EL REENCUENTRO
Se sentó la luna a llorar sus penas junto a la orilla de un río claro. Se sentía triste y acongojada, extrañando mimos y cariños. Había sido difícil tener que tomar la decisión de convertirse en lumbrera de las noches dejando a su novio Sol junto con el día. Luna se sentía perdida. Ella escuchaba todas las noches a muchos poetas hablando de amor, eran cientos de miles los cantantes que en su nombre hacían melodías y promesas. Todos tenían su complemento, alguien a quien relatar sus cosas. Pero Luna andaba cansada, se sentía tan perdida. Era difícil eso de no tener al ser amado junto a ella. Era un sacrificio que ambos habían decidido por el bien de la humanidad. Si ellos no se sacrificaban el Universo entero quedaría en la tiniebla total, en la más densa y tenebrosa oscuridad.
Aquella noche ella lloró amargamente, extrañaba al amor de su vida, el primero y el último. Alguna estrella o planeta muchas veces habían intentado conquistarla pero ella le era fiel a su amadao, aunque nunca más lo viera. Porque cuando él salía ella se iba o viceversa. Era un silencio tan angustioso ese que Luna sentía dentro de su corazón, extrañaba tanto los rayos del señor Sol. Se sentía herrabunda y abandonada. Se preguntaba si valía la pena aquel sacrificio que hacia cientos de años trás ella y el Sol había aceptado.
Luna sentía su alma de peregrina, aunque todas las noches salía. Siempre era de noche en algún lugar del mundo, siempre era de día en algún rincón del mundo. Ella deseaba estar junto a los brazos de su amado, y lloró amargamente, delirando con él e imaginando sus besos.
Junto a la orilla del mar se encontraba una paloma que había escuchado las palabras de Luna. La había visto sollozar sin poder hacer nada más a excepción de escuchar. Trataba de imaginar y buscar alguna posible solución. Si tan solo el señor Sol y la señora Luna se pudieran encontrar aunque sea por unos breves instantes...
Fue así que paloma ascendió hasta donde había subido la Luna después de conversar con la orilla del río. Dijo que ella tenía una magnífica idea para que Sol y ella se pudieran reencontrar nuevamente aunque sea por unos breves instantes. Como ella era paloma podía ver a Sol durante el día y a Luna durante la noche. Paloma quería convertirse en una fiel celestina. Doña Luna no podía creer aquello que estaba oyendo, era tan buena la idea que inmediatamente se aprestó a llevar el plan a cabo. Tomó un pedacito de nube y tomó un pincel una nota a su bien amado.
Mis rayito de Sol, después de tantos años tenemos que reencontrarnos, aunque sea por unos breves instantes quiero sentir tus labios, quiero sentir tus brazos, quiero mirar en tus ojos el brillo, quiero sentir nuevamente el calor de tu amor. Sentirme cobijada después de tanto tiempo. Detendremos el tiempo tan solo por unas horas, no habrá día ni noche, porque nos encontraremos en la Avenida, en el punto estratégico y céntrico del Todo y la Nada. Allá te espero mi dulce y fiel compañero.
Tu siempre fiel y eterna enamorada.
Luna del Sol radiante.
Inmediatamente paloma se aprestó a llevar el mensaje, pues Luna se fue y Sol regresó para anunciar la llegada de un nuevo día. Sol leyó la carta, no pudo evitar correr trás de una sombra, dejar que las nubes se desparramaran y cayera una lluvia sobre toda la Tierra. Se alistó para el reencuentro, se puso su traje más elegante, se perfumó con las mejores esencias, peinó sus cabellos y lavó sus dientes. Hizo un collar con hermosas piedras y en ellas grabó su nombre, hizo un anillo para volver a sellar el pacto.
Y fue asi que un día la Luna vestida con traje de seda y de terciopelo, perfumada con la esencia de las mejores flores y con los ojos de la doncella más enamorada se reencontró con su gran amor que andaba vestido con sus mejores galas. Justo en el sitio donde lo habían dispuesto , en la Avenida, en el punto estrátegico entre el Todo y la Nada, pero sientiendo mucho. Sellaron sus lazos nuevamente, tuvieron un tiempo ideal y mágico, unas horas inolvidables. Y luego de hacer el amor tan tiernamente, decidieron volver cada uno a sus puestos, pero más enamorados que nunca.
Aque día no hubo de Sol ni brillo de Luna. Pero se sentía una increíble atmósfera de amor por doquiera. Cuentan que todos los enamorados salieron a la orilla del mar a ciegas.
Cristal Esmeralda
(Puerto Rico)
3 comentarios
musa -
Cristal Esmeralda -
Este escrito fluyo una madrugada desde muy dentro de mi corazón.
Agradezco a Musa que lo publicara.
Besotes gordos
Cris
tharsis -
Un besote